Escrito por Sabina Berman
Si se legaliza la mariguana
1.
El presidente Franklin D. Roosevelt se
inclinó para firmar el documento que
anulaba la prohibición del alcohol y a
continuación dijo: “Creo que este es un
buen momento para beber una cerveza”.
Cosa que su gabinete pasó a tomar
en un salón contiguo, mientras en los
speakeasies del país, un minuto antes
clandestinos, ahora legales, cientos de
miles de ciudadanos alzaban sus copas
y las chocaban para brindar.
Así terminó la guerra contra el alcohol
en Estados Unidos. Con el clinc de un
brindis y no con el bang de un disparo.
Fue un alivio el fin de aquella guerra
que no disminuyó el consumo del
alcohol y sí elevó el poder económico
y balístico del crimen organizado. Una
guerra que mató inútilmente a miles,
que no moralizó al país, como soñaron
los prohibicionistas, y en cambio sí destruyó
la industria de las bebidas alcohólicas,
antes floreciente en California.
Si se legaliza la mota en México durante
el mandato del presidente Calderón, no
lo veremos prender un carrujo en un gesto
de reconciliación de la autoridad con la
yerba. Sería demasiado incongruente. Pero
si es otro el presidente mexicano quien firma
su legalización, y eso no es improbable,
debiera hacer el gesto de encender el carrujo
porque la mota se debería volver una industria.
Todavía más: se debería volver una
importante exportación.
Tal y como al cabo de la extinción
de su prohibición, y al cabo de una década
de cultivo paciente y esmerado
de los viñedos de Kansas y California,
las bebidas alcohólicas se fueron volviendo
para Estados Unidos. Por cierto,
tal y como sucederá en California si
en noviembre se legaliza la mota. Con
amplios campos ya cultivados de mariguana,
con sistemas de distribución ya
bien establecidos, California se volverá
probablemente en noviembre el primer
exportador mundial de la yerba.
Es una lástima. Históricamente a nosotros
nos debiera haber correspondido esa
ganancia económica. Fue en México en
donde la mariguana se consumió en tiempos
precolombinos con reverencia, en usos
medicinales, afrodisiacos y religiosos.
Si la mariguana se legaliza en México,
es decir: si su cultivo y empaquetamiento
y tráfico se legalizan, porque su
consumo no es ahora ilegal, el gobierno
se equivocaría al esquinar su venta en
farmacias, como opinan los pudibundos
que debiera hacer. Decirle sí a la mota
debería decirle sí, completamente. Decirle
sí a la yerba que los aztecas llamaron
santa, debiera ser un sí que implique
el impulso a su cultivo y exportación.
2.
Y sin embargo, luego de la legalización
de la mariguana, ahí seguiría el crimen
organizado. Sus ingresos afectados brutalmente,
claro. El tráfico de mariguana
representa, según algunos expertos como
Luis Astorga, la parte mayoritaria de sus
ingresos, pero la otra parte se calcula entre
10 y 25 billones de dólares.
El crimen organizado seguirá robando,
secuestrando y extorsionando, las
actividades criminales que realmente
afectan a la población. Seguirá infiltrado
en las policías del país. Seguirá infiltrado
en la política. Seguirá matando periodistas.
Seguirá mandando como la más
alta autoridad en regiones completas del
país. Ahora manda en una cuarta parte,
a decir del general de división Luis Garfias,
y en esa cuarta parte del territorio
nacional se atrincheraría, probablemente,
radicalizando su violencia.
Desmantelar el poder del crimen
para robar, secuestrar, extorsionar a la
población y corromper al Estado debió
haber sido el objetivo de esta guerra desenfocada
que vivimos en México. Si la
mariguana se legaliza, la guerra debiera
continuar, ahora sí focalizándose en eso
que importa. Y debiera ser una guerra
que ahora sí emplee las fuerzas que el
Estado posee y el crimen no.
Ahora sí el Estado tendría que planificar
la guerra antes de emprenderla,
y planificarla con inteligencia. Es decir,
sabiéndolo todo sobre el poder del enemigo.
Debiera antes de la guerra bloquear
sus abastecimientos de dinero y
armamento. Es decir, pactar con la banca
internacional el congelamiento de las redes
económicas del narco y pactar con
Estados Unidos la no venta de armamentos
a mexicanos. Y debiera antes de la
guerra limpiar a las policías. Según cálculos
del primer secretario de Seguridad
Pública de México, Alejandro Gertz Manero,
hoy uno de cada dos policías mexicanos
está en las nóminas del crimen.
3.
Finalmente, si se legaliza la mariguana
y fumarse un chubi se vuelve tan normal
como tomarse un martini, ahí seguirá
el infierno de la adicción.
Es una ilusión suponer que la legalización
de la mariguana no aumentará
su consumo y su abuso. Simplemente las
experiencias internacionales refutan ese
optimismo. En Holanda, al legalizarse
la mariguana, el consumo se elevó a la
estratosfera y una generación de adolescentes
quedó marcada por la indolencia
a la que conduce la mariguana cuando se
consume a diario. En Estados Unidos el
fin de la prohibición del alcohol condujo
a un aumento exponencial del alcoholismo
que dio origen a la creación de miles
de clubes de Alcohólicos Anónimos.
Es verdad lo que ahora empieza a
decirse con ligereza: la adicción a la mariguana
y a otras sustancias es un problema
de salud personal que no amerita una
guerra civil. Pero también es verdad que
la educación respecto al uso y abuso de
sustancias de efectos químicos considerables
debiera ser un problema de Estado.
Si se legaliza la mariguana, es deber
del Estado reeducar a la población sobre
la mariguana.
La mariguana no es el diablo, como
este gobierno se afanó en convencernos.
Pero si los aztecas la llamaron la yerba
santa fue porque sabían en qué medida
y cómo ingerirla, para propiciar sus éxtasis
y esquivar sus infiernos. ●
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