jueves, agosto 19, 2010

Escrito por Sabina Berman

Si se legaliza la mariguana


1.

El presidente Franklin D. Roosevelt se

inclinó para firmar el documento que

anulaba la prohibición del alcohol y a

continuación dijo: “Creo que este es un

buen momento para beber una cerveza”.

Cosa que su gabinete pasó a tomar

en un salón contiguo, mientras en los

speakeasies del país, un minuto antes

clandestinos, ahora legales, cientos de

miles de ciudadanos alzaban sus copas

y las chocaban para brindar.

Así terminó la guerra contra el alcohol

en Estados Unidos. Con el clinc de un

brindis y no con el bang de un disparo.

Fue un alivio el fin de aquella guerra

que no disminuyó el consumo del

alcohol y sí elevó el poder económico

y balístico del crimen organizado. Una

guerra que mató inútilmente a miles,

que no moralizó al país, como soñaron

los prohibicionistas, y en cambio sí destruyó

la industria de las bebidas alcohólicas,

antes floreciente en California.

Si se legaliza la mota en México durante

el mandato del presidente Calderón, no

lo veremos prender un carrujo en un gesto

de reconciliación de la autoridad con la

yerba. Sería demasiado incongruente. Pero

si es otro el presidente mexicano quien firma

su legalización, y eso no es improbable,

debiera hacer el gesto de encender el carrujo

porque la mota se debería volver una industria.

Todavía más: se debería volver una

importante exportación.

Tal y como al cabo de la extinción

de su prohibición, y al cabo de una década

de cultivo paciente y esmerado

de los viñedos de Kansas y California,

las bebidas alcohólicas se fueron volviendo

para Estados Unidos. Por cierto,

tal y como sucederá en California si

en noviembre se legaliza la mota. Con

amplios campos ya cultivados de mariguana,

con sistemas de distribución ya

bien establecidos, California se volverá

probablemente en noviembre el primer

exportador mundial de la yerba.

Es una lástima. Históricamente a nosotros

nos debiera haber correspondido esa

ganancia económica. Fue en México en

donde la mariguana se consumió en tiempos

precolombinos con reverencia, en usos

medicinales, afrodisiacos y religiosos.

Si la mariguana se legaliza en México,

es decir: si su cultivo y empaquetamiento

y tráfico se legalizan, porque su

consumo no es ahora ilegal, el gobierno

se equivocaría al esquinar su venta en

farmacias, como opinan los pudibundos

que debiera hacer. Decirle sí a la mota

debería decirle sí, completamente. Decirle

sí a la yerba que los aztecas llamaron

santa, debiera ser un sí que implique

el impulso a su cultivo y exportación.

2.

Y sin embargo, luego de la legalización

de la mariguana, ahí seguiría el crimen

organizado. Sus ingresos afectados brutalmente,

claro. El tráfico de mariguana

representa, según algunos expertos como

Luis Astorga, la parte mayoritaria de sus

ingresos, pero la otra parte se calcula entre

10 y 25 billones de dólares.

El crimen organizado seguirá robando,

secuestrando y extorsionando, las

actividades criminales que realmente

afectan a la población. Seguirá infiltrado

en las policías del país. Seguirá infiltrado

en la política. Seguirá matando periodistas.

Seguirá mandando como la más

alta autoridad en regiones completas del

país. Ahora manda en una cuarta parte,

a decir del general de división Luis Garfias,

y en esa cuarta parte del territorio

nacional se atrincheraría, probablemente,

radicalizando su violencia.

Desmantelar el poder del crimen

para robar, secuestrar, extorsionar a la

población y corromper al Estado debió

haber sido el objetivo de esta guerra desenfocada

que vivimos en México. Si la

mariguana se legaliza, la guerra debiera

continuar, ahora sí focalizándose en eso

que importa. Y debiera ser una guerra

que ahora sí emplee las fuerzas que el

Estado posee y el crimen no.

Ahora sí el Estado tendría que planificar

la guerra antes de emprenderla,

y planificarla con inteligencia. Es decir,

sabiéndolo todo sobre el poder del enemigo.

Debiera antes de la guerra bloquear

sus abastecimientos de dinero y

armamento. Es decir, pactar con la banca

internacional el congelamiento de las redes

económicas del narco y pactar con

Estados Unidos la no venta de armamentos

a mexicanos. Y debiera antes de la

guerra limpiar a las policías. Según cálculos

del primer secretario de Seguridad

Pública de México, Alejandro Gertz Manero,

hoy uno de cada dos policías mexicanos

está en las nóminas del crimen.

3.

Finalmente, si se legaliza la mariguana

y fumarse un chubi se vuelve tan normal

como tomarse un martini, ahí seguirá

el infierno de la adicción.

Es una ilusión suponer que la legalización

de la mariguana no aumentará

su consumo y su abuso. Simplemente las

experiencias internacionales refutan ese

optimismo. En Holanda, al legalizarse

la mariguana, el consumo se elevó a la

estratosfera y una generación de adolescentes

quedó marcada por la indolencia

a la que conduce la mariguana cuando se

consume a diario. En Estados Unidos el

fin de la prohibición del alcohol condujo

a un aumento exponencial del alcoholismo

que dio origen a la creación de miles

de clubes de Alcohólicos Anónimos.

Es verdad lo que ahora empieza a

decirse con ligereza: la adicción a la mariguana

y a otras sustancias es un problema

de salud personal que no amerita una

guerra civil. Pero también es verdad que

la educación respecto al uso y abuso de

sustancias de efectos químicos considerables

debiera ser un problema de Estado.

Si se legaliza la mariguana, es deber

del Estado reeducar a la población sobre

la mariguana.

La mariguana no es el diablo, como

este gobierno se afanó en convencernos.

Pero si los aztecas la llamaron la yerba

santa fue porque sabían en qué medida

y cómo ingerirla, para propiciar sus éxtasis

y esquivar sus infiernos. ●

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