Son este tipo de razones, como la que aquí se expone, las que le dan verdadero sentido a la vida, bueno eso pienso, y tratandose de espacios públicos, se me ocurre que la internet en general y las redes sociales en particular, son espacios públicos por excelencia hoy en día, así que, con una disculpa por tantos correos que hoy les he enviado, les dejo uno más.....
Saludos y un abrazo, Jesús Torres Navarro
=Nota= en Datos adjuntos va un archivo del documento original
Luis García Montero
La razón poética
Actualización: 26/03/2009
La mejor manera de defender los espacios públicos es dignificar las voces individuales. Vivimos malos tiempos para la política. Los ciudadanos han dejado de creer en unas promesas configuradas como simples reclamos electorales, la corrupción se instala en el centro de la vida y se convierte en una noticia cotidiana, y la democracia y el Estado del bienestar dan muestras irremediables de agotamiento. Como no existen ámbitos públicos que permitan la soberanía popular en las nuevas dimensiones de la globalización y los mercados, las personas dejan de ser ciudadanos y se limitan a sentirse votantes (aunque cada vez menos) y, consumidores, clientes o contribuyentes (cada vez más).
No es verdad que vivamos malos tiempos para la lírica, porque la palabra poética adquiere en esta situación un valor simbólico muy alto. Si dignificar las voces individuales supone defender la ética de los espacios públicos, la palabra poética representa una apuesta clara por ciudadanos capaces de matizar, meditar, sentir, romper los dogmas y las corrientes manipuladas de pensamiento, hasta lograr hacerse dueños de sus propias opiniones.
En el poema "1936", publicado en Desolación de la Quimera, Luis Cernuda contó el encuentro que tuvo, ya en los años 60, con un brigadista norteamericano que se había jugado la vida en su juventud para defender la libertad política de la República española. Aunque Cernuda estaba desilusionado por los acontecimientos y asqueado por la actitud de algunos mandarines, volvió a creer en el sentido de la lucha. Afirmó, incluso, que la dignidad de una sola persona asegura la nobleza de una causa y justifica a todo el género humano.
El poeta que pasa una tarde, un día, un año, buscando el adjetivo preciso, representa a los seres humanos que quieren hacerse dueños de sus propias opiniones. Los buenos poetas suelen pensar las cosas por lo menos tres veces. La gente que dice lo primero que se le ocurre puede creerse muy sincera, muy espontánea, pero se limita a repetir como loro la verdad que flota en el aire, es decir, lo que ya se han encargado de proyectar a la atmósfera los interesados en controlar las corrientes de opinión. Hay quien piensa las cosas dos veces. Suele ser aquel que no dice lo primero que se le ocurre, sino aquello que le conviene para quedar bien, ser simpático, atraer el voto. Pone su vela donde sopla el viento.
Pensar las cosas tres veces significa decir lo que te exige la propia conciencia, hacerte dueño de tu opinión. Antonio Machado comprendió, gracias a hacerse otro y meditar con el ser de Juan de Mairena, que la verdadera libertad no consiste sólo en poder decir lo que pensamos, sino también en ser capaces de pensar lo que decimos. Los buenos poetas acompañan a quien se atreve a decir lo que piensa, pero a cambio le piden que piense bien aquello que va a decir. No hay buena retórica sin pensamiento, ni pensamiento sin buena retórica, sin un vocabulario que permita matizar, distinguir, comprender la realidad. El lenguaje que pide tiempo abre un buen camino hacia la lentitud, algo decisivo para nosotros, porque vivimos en sociedades urgentes, vertiginosas, y los dogmas son la prisa del pensamiento.
Vivimos malos tiempos para la política porque se destruyen los espacios públicos y se homologan las conciencias individuales. No nos queda tiempo para nosotros. Andamos de cabeza y pensamos con los pies. La razón poética reivindica la conciencia individual, salva la libertad ética del individualismo, pero no la lleva a las aguas de la competición agresiva, ni al egoísmo del consumo, sino a un pacto de lectura, al lugar del otro, al texto, que es un espacio público dignificado por la responsabilidad individual.
Vivimos un tiempo de necesaria poesía. O, lo que es lo mismo, la lírica ofrece una buena oportunidad para estos tiempos.
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